El otro día mi compañero de curro, David, me invitó a comer a su casa. Yo acepté encantado ya que me apetecía conocer su piso. Sabía que vivía sólo y me preguntaba cómo podría permitírselo. Cuando llegué junto a mis compañeros de piso lo comprendimos. El tal piso era una habitación cuadrada de tres metros de lado. Una cama, un gran armario, una televisión y una terraza minúscula que servía de cocina era todo lo que tenía. La puerta no se podía abrir del todo porque lo impedía la cama y en el suelo tuvimos que hacer dos turnos para comer ya que no cabíamos los siete al mismo tiempo. Su novia nos había preparado un "Chef u chen" que no estaba nada malo.
Después de comer salí a la terraza-cocina-despensa. En frente de nosotros había un edificio más bajo, de una sola planta, en cuyo tejado un hombre mayor descansaba bajo la sombra de una pared y otro joven sujetaba una pala de metal. El hombre viejo llevaba un vestido blanco y gorro negro. El hombre joven llevaba unos pantalones largos rotos y oscuros y llenos de polvo y una camiseta blanca sin mangas. El hombre joven era alto, fuerte y esbelto. Comenzamos a hablar sobre los idiomas de África Occidental y su relativa importancia. David argumentaba que el Wolof sólo era predominante en Senegal pero que en el resto de los países era posible moverse con otros dialectos: el pular, el diola, el duala.... El hombre de la pala había entrado al edificio por la puerta de la azotea y ahora salía con una barra de madera en una mano y la pala en otra. Bajo el sol de justicia introdujo la barra en el soporte de la pala. El hombre mayor le dijo algo que no entendí y el joven volvió a meterse por la puerta.
Yo estaba interesado en saber si era posible viajar por todo África sabiendo tan sólo inglés y francés, ya que la mayoría de los países se habían quedado con la lengua de los colonizadores. Mientras me explicaba que en las ciudades, la gente instruida si que hablaba las lenguas coloniales, salió a la carretera el hombre joven por la puerta del edificio que daba a la calle. Apoyados en la balaustrada de la terraza vimos como dejaba caer una piedra de tamaño considerable y comenzaba a golpearla con el extremo desnudo de la barra de madera mientras su mano derecha sujetaba la base de la pala. Los golpes acompañaron un buen rato la explicación de David de que en los pueblos apenas se habla otra cosa que los dialectos locales ya que apenas hay educación. Para entonces David ya había explicado que cuando vivía en Sierra Leona su padre les sacaba de Freetown siempre que podía para hacer campaña política en los pueblos, donde de verdad estaban los votos. Los ruidos acabaron y el hombre entró de nuevo en la casa.
Sin duda no era el momento adecuado para ir a Tumbuctú. La temperatura podía llegar a más de 45 grados en el camino y ningún transporte tiene aire acondicionado. Aparte de que se tardan varios días y la temporada de lluvias está próxima. El hombre joven volvió a salir con la pala. Arrastró un poco de gravilla de la carretera con el pie y empezó a cavar. Entonces es cuando me pregunté qué querría hacer. Pensé que iba a poner un poste allí o que necesitaba la gravilla para construir algo. Para entonces nuestra conversación ya versaba sobre los idiomas más importantes del mundo y su utilidad. Concluimos unánimemente que el inglés, el español y el francés eran los más importantes por ese orden. Tampoco estaría mal saber portugués o, llegados al caso, chino e hindú. David nos habló un poco de la diáspora que había sufrido su familia durante la guerra de su país y cómo había tenido que interrumpir sus estudios.
El hombre joven seguía cavando y ya parecía que había encontrado algo. Se agachó y quitó unas piedras. Supuse entonces que lo que estaba haciendo era llegar a alguna tubería o cable para arreglarlo. Desde donde estábamos podíamos apreciar que tenía la camisa empapada de sudor y el cuello lleno de gotas. Llevaba más de una hora con ésa tarea. Como siguió cavando después de retirar la piedra ya no me quedaban más explicaciones por lo que le pregunté a David si el hombre estaba buscando agua. David comprendió la broma y se rió. Me dijo que no, que estaba cavando para meter la basura. Entonces me reí yo. Pero me miró seriamente y me dijo que era verdad. Que los basureros llevaban varios meses de huelga por que no les pagaban los salarios. Lo único que podían hacer los vecinos era llevar la basura ellos mismos al basurero, enterrarla o dejarla en casa con el consiguiente tufo. Y yo me quejaba por los cortes de agua…
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