lunes, 27 de julio de 2009

Tambacounda

Salimos el viernes por la noche de la estación del puerto marítimo. El plan era ir con mi compañera de piso francesa, Marie, hasta Tambacounda y allí ver que tal soportaba el calor. El autobús iba lleno hasta los topes. Es más, el pasillo sólo existió cuando nos montamos y en algunas paradas ya que era cubierto por unas sillas móviles adheridas a otro asiento. Poco sabía yo entonces que ése seria el mejor viaje de los que me esperaban. Pude dormir casi todo el trayecto y no hubo necesidad que padeciera.

En Tambacounda, era cierto, no había nada que hacer. Ni siquiera ir al parque Nikolokova era posible ya que era demasiado caro. Dormimos toda la mañana y después fuimos a recoger a Hussein a una estación de Sept Place (taxis que hacen recorridos de largas distancias llevando a siete personas) y le pagamos el viaje ya que se había quedado sin un duro. Cenamos en un tugurio oscuro que la guía recomendaba como de cocina internacional. El único plato que no era senegalés (que tampoco son muy variados) era una tortilla francesa. Eso sí, a elegir entre con cebolla y sin ella.

Quizás la temperatura subiera en Tambacounda con respecto a Dakar, pero la bajada en la humedad compensaba con creces. Me sentía más fresco incluso que en Dakar. Por la mañana cogí un Sept Place a Dibioli, en la frontera con Mali. Allí cogí otro con un malinés bastante grande y estuvimos a punto de compartirlo hasta Kayes. Pero en mala hora escuché al conductor quien me aseguró que no encontraría ningún Sept Place en Kayes y que era mejor coger un autobús directo a Bamako. Catorce horas me dijeron. Soportable, pensé. Comí un Chef u Chen en un restaurante, compré una botella de agua y varias cajas de galletas.

En el interior del "restaurante"


La dueña del restaurante y su hija en la puerta

viernes, 24 de julio de 2009

El hermano del amigo de Brooke tenía cosas que hacer

Llevamos un día y medio sin electricidad y aún nos quedan otros tres hasta el lunes. Todo gracias al hermano del amigo de Brook, mi compañera de piso americana. ¿Cómo puede ser a causa del hermano del amigo de Brook? Nada más fácil de explicar.

El hermano del amigo de Brook, me explicaron ayer entre tinieblas, era el encargado de pagar la factura de la luz. Pero como había mucha cola y tenía cosas que hacer lo dejó para otro momento. ¿Cómo es posible que alguien que no vive en casa y que no conoce a ninguno de los que sí lo hacemos sea el responsable de pagar la factura de la luz? Ésa es una pregunta que también yo me hice.

La factura de la luz llegó hace más de un mes. Cada uno pagó su parte y Marie, la compañera de piso francesa, que se pasaba el día en casa sin mucho que hacer quedó como responsable de pagarla. Marie estaba teniendo muchos problemas con el novio y sólo se consolaba bebiendo con Hussein y sus amigos. Nadie sabe a ciencia cierta si llegó a ir a la Senelec, la compañía de electricidad local, pero el caso es que dos semanas después la factura aún estaba encima de la mesa.

Entonces Hussein tomó el relevo. Salió una mañana a hacer el recado y se encontró con algo parecido a una sauna colectiva que le intimidó. Pensando que era de mal anfitrión no atender a sus invitados se volvió al piso a beber con ellos. Cuando Brooke le preguntó por el tema le explicó lo imponente que era la perspectiva de la espera y Brooke entendió.

Como Brooke trabaja normalmente hasta las ocho, dejó la tarea para el sábado por la mañana. Desgraciadamente el sábado cayó enferma a causa de una intoxicación. Su buen amigo Muhamadu le preguntó qué podía hacer por ella y ella le contestó que pagar la factura si no le devolvería la salud al menos le quitaría una preocupación. No obstante, mucha gente había dejado para el último momento el pago de la factura y apenas cabían todos en la sala de espera. Ante este panorama Muhamadu le dejó el encargo a su hermano y se fue a dar un chumbo a la playa, ya que calor, hacía.
A su hermano no le habían dicho que la cola era de por lo menos dos horas. Por tanto se fue a la universidad para no perder la clase de Marketing Internacional que tanto le interesaba. Es una lástima que tampoco le informaran de que ése día expiraba el plazo para pagar la luz, porque de lo contrario seguro que habría perdido la clase y el seminario y yo no me habría empachado con todo lo que acababa de comprar y guardar en el frigorífico.

El problema no es tanto la luz, que se puede conseguir con velas; ni la corriente con la que cargar el móvil, que se puede recibir en un centro comercial si consumes algo; ni tan siquiera la falta de frigorífico ya que se puede comer fuera o comprarlo justo antes. El problema consiste en dormir por la noche sin el ventilador. Si ya con el era difícil, sin él es una causa perdida. Anoche intenté dormir en el tejado, bajo las estrellas y junto a un gato renegado. Pero las ceremonias religiosas, que son como nuestros San Fermines, y la humedad me lo impidieron. Hoy me encomendaré a San Miguel y veré qué pasa.

viernes, 26 de junio de 2009

Parto a Tumbuctú

Esta tarde parto a Tumbuctú. La ciudad legendaria, que resuena en mis oídos como lo hacía en los marineros del pasado el Cabo de Buena Esperanza, está a setentaicinco horas en autobús. Pienso ir esparciéndolas para que la falta de aire acondicionado no se me haga del todo pesada.

No sé si llegaré. Por un lado, acaba de comenzar la temporada de lluvias y durante ésta los autobuses no pueden llegar. Por otro, parece ser que el calor que hace es insoportable. Preguntándole a un Senegalés, me explicó:

“Cuando llegas a Tambacunda crees que hace mucho calor. Pero hace más calor en Bakel. Cuando llegas a Bakel crees que ya no puede existir más calor en el mundo. Pero te basta con llegar a Bamako para comprobar que estás equivocado. Si llegas a Tumbuctú en esta época del año, puedes decir con seguridad que sólo hace más calor en el infierno.”

Así que iré paso a paso, viendo como van las cosas y como me deshidrato. Ya contaré más cuando vuelva

Principio suela de zapato


Ayer decidí que si iba a viajar diez días por el interior más me valía coger fuerzas y comer bien. Llevaba más de una semana sin comer carne por lo que pensé que era el momento adecuado. No me apetecía irme hasta el supermercado ni gastar el dinero en el taxi por lo que decidí ampararme en el principio suela de zapato y comprar carne en una carnicería senegalesa.

El principio suela de zapato establece que la posibilidad de que un virus sobreviva es inversamente proporcional a lo negra que salga la carne de la sartén. Puedo decir, de acuerdo a mi experiencia, que es absolutamente cierta. Es más, si uno conseguía quitarse las imágenes de su origen de la mente, hasta estaba buena.

Dios es grande

El otro día por la noche salí con mi compañero de piso a tomar algo por ahí. Pasamos cerca de un grupo de gente que estaba cantando sentada en un corro. Entonaban una canción a coro. Mi compañero, que a estas alturas, y por el bien del blog, va a ser bautizado (muy a pesar de su madre) como Husseyn (pronúnciese Usán), me explicó que estaban cantando una Sura del Corán. El marabú se sentaba enfrente de ellos y les guiaba.

Me quedé impresionado no tanto por la fe de los senegaleses como por la belleza del canto. Por eso, cuando al de dos días se fue la luz y escuché distintivamente una melodía, fui a buscar su origen. Esta vez estaban más cerca de casa. En la calle no había más luz que la que daba la luna creciente. La melodía llegaba desde muy cerca y no tardé en encontrar su fuente. Un grupo de unas diez personas daban vueltas alrededor del marabú y cantaban siempre lo mismo sin interrupción. Me quedé un rato contemplándoles e intenté grabarles, pero estaba tan oscuro que sólo la canción ha quedado.

Al volver a casa le pregunté al novio de mi compañera de piso qué estaban diciendo. Me dijo que repetían una y otra vez “Dios es grande”.

Subiendo arena

Todas las mañanas, de camino al curro, me encuentro con cosas curiosas. Ayer, por ejemplo, comprendí cómo el ingenio puede suplir las carencias. Unos obreros que carecían de un cubo o recipiente similar me mostraron otra forma de subir arena a un segundo piso.